Un relato personal sobre la odisea que puede ser conseguir, un fin de semana en el sector privado de Salud, atención médica adecuada para una persona que sufrió una quebradura.
Este sábado, mi madre se cayó de una escalera plegable, golpeándose fuertemente en la cabeza y en la muñeca izquierda. Conseguirle la atención adecuada, ya sea en el sector privado o público, fue una verdadera odisea.
La primera decisión que uno debe tomar en estos casos es llamar al Sempro o a una empresa privada. Teniendo en cuenta que mi madre tiene Dospu, que es una buena obra social, me decidí por llamar a Asist para que sea derivada al sanatorio Rivadavia, donde pensé que iba a recibir una buena atención. Además, vinieron a mi mente decenas de entrevistas con funcionarios del Ministerio de Salud que siempre piden que la gente que tiene obra social no se haga atender en el sistema de salud pública ya que eso contribuye a una recarga innecesaria del sistema.
Ya una vez mi madre dentro de la ambulancia, a la médica a cargo de la misma le informaron, desde el sanatorio Rivadavia, que durante el fin de semana no hay guardias radiológicas, ya sea activa o pasiva. Así fue como, alrededor de las 17 horas, mi madre terminó en la guardia del sanatorio Ramos Mejía, el cual tiene los fines de semana una guardia radiológica pasiva. La atención en este nosocomio fue digna de su fama.
Inentendiblemente, recién a eso de las 19 horas le suministraron un calmante para el dolor que estaba sintiendo. Otro gran problema fue el médico que estaba de guardia, quien luego de coser el corte en el cuero cabelludo que tenía mi madre, solo ordenó que se haga una placa de la mano izquierda. Le pregunté si no podría ordenar una radiografía de columna para descartar otro tipo de daño y quedarnos tranquilos, recordándole que mi madre tiene 72 años de edad y se cayó de espalda del tercer escalón de una escalera plegable. El médico se negó rotundamente, sin dar mucha explicación.
A las 21.30, cuando la radióloga finalmente llegó y escuchó la descripción del accidente, también se mostró más que sorprendida de que el médico no haya ordenado una placa de la columna o cadera. Por ende, le volví a preguntar al médico si no podía ordenar otra placa, pero se volvió a negar, como si fuera él quien la iba a tener que abonar y no nuestra obra social.
Minutos después, la placa de la muñeca izquierda fue realizada con un equipo móvil y, según la radióloga, no mostró ninguna quebradura, por lo que nos dieron el alta, aunque sin entregarnos la placa, la cual aparentemente solo había sido revelada digitalmente.
Al día siguiente, domingo, el dolor en la muñeca de mi madre solo había empeorado, por lo que, siguiendo el consejo de varios conocidos, decidimos acudir al hospital de Juana Koslay. La atención en dicho lugar fue realmente muy buena, y a mi madre rápidamente le hicieron placas de columna, cabeza y muñeca. Esta vez, la de la muñeca sí arrojó que tenía una quebradura y que había que enyesarla.
Desafortunadamente, el hospital de Juana Koslay no cuenta con servicio de traumatología. De hecho, por lo que nos dijo la médica de guardia, el único hospital que tiene guardia traumatológica es el Policlínico, pero la misma está dedicada a casos de gravedad y podríamos llegar a estar horas esperando que nos atiendan.
Si bien lo de mi madre era una quebradura, lejos estaba de ser una urgencia como a las que, con justa razón, le dan prioridad en el Policlínico. De igual manera, ahora que teníamos las placas que mostraban la quebradura, decidimos probar suerte, una vez más, en el sanatorio Rivadavia, a ver si al menos tenía una guardia traumatológica. Allí nos informaron que sí, que había una guardia pasiva, pero que el médico traumatólogo solo atendía a pacientes que ya estaban internados y que ya
había terminado su ronda del día.
Ante esta nueva negativa decidimos directamente esperar al lunes a la mañana. Así fue como ayer, ya habiendo pasado casi dos días desde el accidente, el médico traumatólogo José Luis Vico atendió a mi madre en su consultorio privado, confirmando que no solo había una quebradura de muñeca, sino que además tenía unos dedos dislocados.
Por suerte lo de mi madre solo terminó siendo una quebradura de muñeca y un corte en el cuerpo cabelludo. Sinceramente, no me quiero imaginar que hubiese pasado en caso de ser una cuestión de vida o muerte y nosotros hubiéramos elegido ir a un sanatorio privado un fin de semana. Es una vergüenza que en una ciudad que ha crecido tanto como San Luis no haya un sanatorio privado al que uno pueda recurrir si tiene los medios para hacerlo.
Claramente, la mejor opción sigue siendo la salud pública, y en particular el Policlínico. Lamentablemente, el Hospital San Luis, como lo llaman desde el Gobierno, no tiene los recursos suficientes como para atender la demanda de la gente que no tiene cobertura médica, que es su función principal, y también la de aquellas personas que sí tienen obra social o prepaga y que, ante la ineficiencia del sector privado, tienen que terminar sobrecargando el público.
Así que ya sabe, si planea sufrir alguna quebradura, que sea de lunes a viernes, y, por si las dudas, de 8 a 20 horas. Y si llega a ser un fin de semana, ni se gaste en ir primero a un sanatorio privado.