[dropcap style=”square”]N[/dropcap]erea Mansilla tiene 26 años y es estudiante de la Universidad Nacional de San Luis. A principios de agosto regresó a la provincia, luego de estar un tiempo en Eduardo Castex, un pueblo de la provincia de La Pampa que no ha tenido ningún contagio. Al regresar a San Luis, tuvo que cumplir cuarentena obligatoria en la Universidad de La Punta (ULP), pero la hicieron compartir departamento con 3 chicas más. Dos de ellas de provincia de Buenos Aires y de Villa María (Córdoba).
“Una de las chicas reportó que venía de una clínica de Buenos Aires y sin embargo nos juntaron a todas para hacer la cuarentena y ahí me contagié yo y mis otras compañeras. Desde ahí el mal accionar de habernos agrupado como veníamos”, contó Nerea, que ya lleva casi 30 días aislada sin poder volver a su casa.
Cabe recordar que hace unas semanas, Rosa Dávila, coordinadora del Ministerio de Salud, en declaraciones radiales, dio a entender que se produjeron contagios dentro de la ULP, pero el tema nunca se terminó de aclarar. Ahora, el caso de Nerea confirma que hubo contagios dentro de la ULP debido a la metodología empleada por el Gobierno, agrupando personas solteras que venían de distintas provincias. “Yo vine libre de coronavirus, me contagié por un mal accionar de ellos”, dijo Nerea.
Luego de un hisopado y el diagnóstico positivo, la joven y sus 3 compañeras fueron trasladadas al Hospital San Luis. “En el policlínico de San Luis nos tienen alrededor de 15 días. Nos hisopan por segunda vez en el policlínico y damos positivo de nuevo, entonces nos dejan 10 días más, porque se hacen cada 10 días los hisopados. En el policlínico éramos 3 en una habitación. Nos ponían agrupadas, todas juntas, las duchas rotas, los baños tapados. No podías higienizarte bien porque se inundaba toda la habitación”, contó Nerea.
“Después de 15 días de estar ahí nos traen a una persona que fue diagnosticada ese mismo día con coronavirus, que era un contacto estrecho del transportista verdulero, y su carga viral era mucho más alta. Nosotros llevábamos 15 días en el Policlínico, más cinco días en la ULP y nos juntaron igual ese día. Les pedimos por favor que nos expliquen por qué nos juntaban a todos en una habitación, pero nadie apareció a dar una explicación. La enfermera nos dijo que si nos seguíamos quejando nos iban a hacer una causa judicial por todo lo que estábamos haciendo y lo único que pedíamos era una explicación. Dejaron a esa chica un día con nosotras y luego nos trasladaron a otra parte del hospital, a clínica 3”, continuó Nerea.
En clínica 3, Nerea y sus compañeras pasaron un total de 3 días, donde solo fueron atendidas por una enfermera en una sola ocasión. Finalmente, el domingo 30 de agosto la trasladaron al centro de atención de pacientes leves Monseñor Di Pasquo, más conocido como la ex SCAC. Supuestamente iban a estar “1 o 2 días”, pero ya llevan 4. “Nos han hecho un montón de estudios, en donde nunca nos dijeron ‘salió bien tal cosa’ o ‘tenés mal esto otro’. Preguntamos y nadie sabía nada. La doctora a cargo nunca apareció”, contó la joven a La Gaceta.
En cuanto a la situación dentro de la ex SCAC, el panorama que pintó Nerea es más que desolador. “Son 3 camas, divididas por una lona negra. Los baños están tapados, tenemos 3 baños que están usándose para las 30 personas. Las duchas también están tapadas. No hay ni un médico. Solamente hay una enfermera, donde no le dan sus elementos de protección personal, entonces no nos puede venir a tomar aunque sea la temperatura como corresponde”, dijo la joven pampeana.
“Tengo otra compañera que la hisoparon hace dos días, todavía los resultados no están porque están colapsados. No tenemos respuesta de nadie. Nadie nos da una respuesta coherente. Estamos aislados, sin lo necesario y básico, como una ducha para podamos bañarnos y un baño que esté limpio realmente para hacer nuestras necesidades”, destacó Nerea.
Uno de los puntos que resaltó es que en la ex SCAC hay niños y gente mayor, pero también personas con “muchos síntomas” con las que deben convivir. “Nos hacen almorzar, desayunar, merendar todos juntos, en unas mesas que han puesto. La persona de al lado te tose, y bueno, que te tosa. Las médicas del policlínico nos dijeron que ya tenemos los anticuerpos y que no nos volvemos a contagiar y por eso hacen esto que están haciendo. Nos dicen que ya estamos sanas, pero si ya estamos sanas no entendemos qué hacemos acá, ¿por qué no nos dejan ir a nuestra casa? Yo por ejemplo vivo sola, no voy a contagiar a nadie”, comentó Nerea, a la espera de que le hagan el último hisopado que se requiere para darle finalmente el alta.
“Hace prácticamente un mes que estoy aislada, no tengo síntomas, me encuentro re bien, pero sigo acá, presa. Y así hay un montón de gente más. Hoy por ejemplo se desmayó una señora mientras almorzábamos y no había un médico que pudiera venir a ver qué había pasado. Estamos prácticamente en una cárcel, nadie nos explica nada. No tenemos la respuesta de un médico ni de las autoridades. Ya nos corresponde el hisopado, queremos saber por qué todavía estamos acá. Ni siquiera tenés algo para sentarte, es un ambiente todo cerrado esta fábrica, no se ventila nada. Es inhumano todo esto”, concluyó Nerea.