Es importante recordar que cuando Molina declaró en sede judicial acusó a Barzola de ejercer violencia contra la menor.
Barzola narró que, el día del homicidio de Nazarena, fue al kiosco a comprar por pedido de Molina, quien permaneció en la vivienda. Cuando regresó observó que la menor no estaba en el andador sino sobre la cama. Nazarena tenía encima de su cabeza una frazada y una almohada. Barzola relató que alzó a Nazarena y le notó los ojos abiertos, la boca morada y que no respiraba. La madre le preguntó a Molina qué había sucedido con Nazarena. Molina respondió que se cayó de la cama.
Luego de una hora, Barzola pidió a su cuñada que llamara a una ambulancia. Los profesionales trasladaron a la niña al hospital, pero no pudieron reanimarla. Mientras tanto, Molina permaneció en su hogar.
En la declaración testimonial, Barzola narró varios hechos que describen a Molina como una persona violenta. La acusada afirma que la golpeaba a ella y también a dos de sus hijos, siendo uno de ellos Nazarena.
Apenas empezó a convivir la pareja, el imputado empezó a golpear al hijo mayor de Barzola. Según contó, le pegaba piñas en la cabeza, espalda, lo mordía e incluso lo hacía bañarse con agua fría; hasta llegó a obligarlo a dormir en el piso. En las ocasiones que Barzola quería defender a su hijo, Molina la golpeaba.
Pero la violencia de Molina no cesó, ya que Barzola también fue golpeada (golpes de puño y patadas en la espalda) cuando estaba embarazada de Nazarena. Según Barzola, el acusado no quería que diera a luz a Nazarena porque creía que no era su hija.
Cuando la niña cumplió cuatro meses, Molina empezó a golpearla en la cabeza, en la espalda y la mordía. De acuerdo a la madre, la niña era golpeada para que dejara de llorar.
Obviamente, las golpizas dejan marcas en el cuerpo. Barzola narró que una vez iba a bañar a la bebé y al desvestirla notó que tenía lastimado el brazo, las orejas (mordeduras) y lastimaduras entre los dedos de una mano. La violencia continúo también hacia Barzola, quien en una ocasión terminó con ambos ojos morados.
Ante la violenta cotidianidad en la que estaba inmersa, Barzola decidió abandonar con Nazarena la vivienda, pero Molina se lo impidió y la encerró bajo llave.
Barzola contó que una vez intentó suicidarse pero que finalmente desistió de la idea. Algo llamativo de la declaración es lo que le sucede cuando entra en estado de nervios. La imputada expresó que quiere pegarle a una persona cuando “le agarran los nervios”, como por ejemplo cuando le pegaban a Nazarena. Pero la violencia no solamente era hacia al agresor, sino que en el estado de nervios en el que podía entrar hacía que Barzola se pegara asimisma (se golpeaba la cabeza contra la pared). A pesar de los mencionado, ella manifestó que nunca se desquitó con sus hijos.