La dura lucha de una madre para lograr la inclusión educativa de su hijo con síndrome de Down

La travesía de esta mujer comenzó el año pasado en La Punta, donde ella y Eric vivían. Erika inscribió a su hijo en la nueva escuela del barrio 900 Viviendas, pero no sintió que haya estado lo suficientemente contenido. A eso hay que sumarle que tenía que pagar un acompañante terapéutico, que cuesta más de $10.000 por mes, y que en ese momento no tenía obra social. 

“El primer día fue pésimo. Me fui llorando de la escuela. Me quisieron ayudar para que ver qué podemos resolver, pero, como siempre, quedó en la nada. Ellos no se pudieron hacer cargo o no tenían la capacidad para educarlo. Así que Eric pierde el año”, contó Erika, señalando que este episodio ocurrió alrededor del mes de mayo, que fue cuando esa escuela fue inaugurada.

A raíz de esto, tomó la decisión de dejar su vida en La Punta y venirse a la ciudad de San Luis, ya que le contaron que la escuela Cristiana Evangélica tenía una salita especial para chicos con capacidades diferentes. Así fue como el 26 de noviembre, Erika fue a esta institución a consultar los requisitos para la inscripción, sacar un turno para una entrevista y dejar el informe que la Asociación Padres y Amigos del Discapacitado (Apadis) hizo sobre Eric.

Este informe, realizado a lo largo de una semana, destaca que el niño muestra “comportamientos muy positivos en su vínculo con el aprendizaje” y sugiere que “transite el nivel inicial en una escuela común”. Además, el informe destaca que Eric “siempre llegó de buen humor a la institución” y que logró adaptarse a la jornada completa.

El 5 de diciembre, la mamá de Erika, Nora Tello, llevó a Eric a la entrevista con el personal de la Cristiana Evangélica, la cual fue conducida por una docente especial y duró alrededor de dos horas y media. Al finalizar la entrevista, personal de la escuela le dijo a Nora que la iban a llamar con las conclusiones de la misma.

“Pasaron los días y no me llamaban, ni al número mío ni al de mi mamá. El día 22 (de diciembre) yo me acerco a la escuela. Justo estaban en pleno acto, se estaban yendo todas las maestras. Y me dice el secretario que venga o llame en enero, cuando ya estén todos más tranquilos. Llamo en enero y se fueron de vacaciones. Así que a esperar un poco más. La última semana de enero yo me puedo comunicar y le explico al secretario que todavía no me han llamado, pero que ya había tenido la entrevista. Llamo al otro día y me dice que todavía no ha venido la parte de educación especial, ‘pero que si ya había tenido la entrevista no creo que haya ningún problema’”, recordó Erika.

Durante esos llamados le dijeron que la inscripción costaba $5.700, así que Erika regresó a la escuela el 14 de febrero, que fue cuando terminó de juntar dicha suma, para finalmente abonar la inscripción. Allí un preceptor le informó que, en realidad, la inscripción para salita de 4 costaba $2.000 y que tenían los datos de Eric. “Entonces pago y me agarra la emoción. Digo, ‘ya está, mi hijo ya va a la escuela’”, recordó Erika. 

Cabe señalar que Erika le mostró a este medio copias de absolutamente todos los elementos que mencionó; desde el informe de Apadis hasta el recibo por la inscripción de Eric en la escuela Cristiana Evangélica, pasando también por la carta al gobernador, Alberto Rodríguez Saá, que abarcaremos más adelante en esta nota. 

El 22 de febrero, Erika se volvió a comunicar con la escuela para preguntar la lista de materiales y cuál era el uniforme que tenía que comprar. Ahí le preguntan para qué salita y cuando les responde que era para la de 4, le dicen que su hijo no estaba inscripto y le pidieron que vuelva a llamar al mediodía. Cuando se vuelve a comunicar, la persona que la atendió le dijo que había consultado y que Eric no estaba inscripto y que vaya al día siguiente a hablar. 

El día siguiente, Erika
fue atendida por la docente del área especial, quien le dijo que Eric “no había pasado su evaluación”. “Nunca me lo comunicaron. Le digo, ‘¿recién ahora, a poquitos días del comienzo de clases, me venís a decir esto? Me cansé de llamar, me cansé de venir’. Y no sabían que decirme, se tiraban la pelota”, comentó Erika, recordando con lágrimas la angustia y desesperación que le produjo descubrir, a tan solo 11 días del inicio de clases, que su hijo no tenía escuela a la que asistir.

“¿Dónde iba a conseguir banco a mi hijo? Yo me confié con esta escuela al tener la inscripción paga. Para mi era algo certero”, dijo Erika, rememorando las excusas que le dieron en la Cristiana Evangélica para no aceptar a Eric, como por ejemplo que “no tiene el perfil que ellos buscan para la escuela, que no pasó su evaluación, que ellos no se guían por el informe de Apadis y que tendría que ir a un jardín maternal”. 

Desesperada, Erika denunció la situación ante el área de Educación Privada del Ministerio de Educación del Gobierno provincial. Según recordó, la mujer que la atendió llamó la escuela y le dijo que después se iba a comunicar con ella. Como esa llamada nunca llegó, Erika, motivada por su empleadora, decidió escribirle una carta al Gobernador. Al día siguiente de que dejó la carta en mesa de entrada, personal de Educación Privada finalmente se comunicó con ella y la citó en Terrazas del Portezuelo. Desafortunadamente, la respuesta que recibió fue que “no podían hacer nada”.

Afortunadamente, todo este calvario tuvo un final feliz y el Gobierno dio una respuesta acorde a la situación. Para lograr esa respuesta, la mamá de Erika, por iniciativa propia, se dirigió al área de Educación Pública, desde donde la derivaron al CETAAP (Centro Técnico de Apoyo al Aprendizaje). Allí, distintas profesionales entrevistaron a Eric y, finalmente, le encontraron un banco en la salita de 4 de la escuela Constancio Vigil.

Teniendo en cuenta lo rápido que se pudo resolver la situación, es verdaderamente inentendible que desde Educación Privada no hayan atinado a derivar a Erika y su hijo al área de Educación Pública o al CETAAP, que fue el organismo que luego resolvió la situación. 

“Yo ya estaba llegando al límite, pero no quería bajar los brazos. Gracias a la escuela Constancia Vigil por cómo me ha contenido. Ahora lo que me queda es la maestra integradora o el acompañante terapéutico”, comentó Erika, preparándose para su próxima batalla, que es lograr que su obra social, Dosep, le cubra estos servicios. “Todo por él, que es lo más importante”, concluyó.

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